La crisis producida por el coronavirus ha puesto aún más de relieve la batalla de las élites globales por el control de la narrativa. Este control ha permitido a los dueños del mundo ahondar como nunca en la pseudorealidad que les asegura sus cuotas de poder y mantener al resto en una situación de cierto reposo latente con el fin de mantenerlos en la ignorancia. Pero con el COVID-19 lo que ha resultado es que, dado el nivel de hastío de gran parte de la población por la crisis financiera cuasi perpetua y la corrupción de los gobernantes nacionales e internacionales, la sociedad está empezando a desconfiar en los organismos de propaganda del sistema.