En alguna ocasión anterior hemos recomendado la lectura de «Notas para la supresión de los partidos políticos», un opúsculo donde la filósofa francesa Simone Weil arremete contra la plaga de la partitocracia, cuyo fin no es otro sino alimentar pasiones sectarias «que chocan entre sí con un ruido verdaderamente infernal», con el único propósito de «matar en las almas el sentido de la verdad y de la justicia». Los partidos políticos, en efecto, no son sino burocracias o chiringuitos que las élites extractivas montan para repartirse el poder y sacar pasta, mientras alimentan a sus adeptos de veneno ideológico, que impide la captación cabal de la realidad. Así está ocurriendo con el pufo y pelotazo de la compañía o timoteca llamada Pfizer, en el que nadie repara.
La compañía o timoteca llamada Pfizer posee un historial escalofriante de fraudes, que incluyen el soborno a médicos y funcionarios públicos, la utilización de publicidad engañosa, el empleo de prácticas ilícitas en la comercialización de sus mejunjes y crecepelos… No estamos hablando de bulos conspiranoicos, sino de fraudes probados por los que esta compañía o timoteca ha tenido que pagar multas e indemnizaciones millonarias. Pues bien, una compañía o timoteca con semejante historial pavoroso se saca de la manga una vacuna o placebo que no se le ocurre ni al que asó la manteca, que exige para su conservación temperaturas del planeta Júpiter y además se administra en varias dosis, cuyo suministro se facilita (o dificulta) por entregas. ¡Y los Estados del pudridero europeo se apresuran a comprar semejante pufo, favoreciendo que la compañía o timoteca pegue un pelotazo bursátil! Circunstancia que, por cierto, el consejero delegado de la compañía o timoteca (demostrando un heroico deseo de ligar su destino al de su empresa) aprovecha para vender sus acciones y forrarse de forma instantánea.Cualquier persona que no esté destruida por el entrechocar furioso de las pasiones sectarias advertirá de inmediato que detrás de este inmenso pufo y pelotazo se ocultan intereses muy turbios. Y ahora, para completar el pufo y el pelotazo, la compañía o timoteca Pfizer anuncia unilateralmente un descenso de casi la mitad en la producción de vacunas o placebos comprometida, amparándose en la peregrina excusa de que está haciendo «modificaciones en sus instalaciones». Todo ello ocurre, además, mientras se multiplican por doquier los signos de que la vacuna de marras tal vez no sea un placebo, sino algo mucho peor. Y, entonces, antes de que la pobre gente pueda atar cabos, los negociados partitocráticos ponen en marcha el entrechocar de las pasiones sectarias, disputando sobre el reparto de sus vacunas o placebos, azuzando agravios entre regiones, en lugar de reparar en las irregularidades que rodean la producción y distribución de esta vacuna o placebo, cuya eficacia aún no se ha probado. Así la pobre gente se entretiene en la demogresca, sin detenerse a pensar que está siendo víctima de una panda de desaprensivos.
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