Dilectísimo tito Escrutopo,
Os cuento que he seguido con inusitada fruición la trama peruana durante los últimos días. Qué prístina labor que hicisteis en esas tierras que, en tiempos ya pretéritos, fue meollo y cogollo odioso de nuestro tan aborrecido Enemigo; y qué cerca estáis de convertirla en ese pudridero apóstata que es España que yo, tu amadísimo sobrino Orugario, he ayudado a descomponer tan bellamente.
Tu centenario y constante trabajo en la otrora capital del virreinato, ese insoportable antro de amoratados fieles nazarenos, está cuasi concluido ¡oh amado tito! Qué fácil te ha sido ulcerar el alma y el entendimiento de toda la patulea cretina que habita en esos lares, incluso la de aquellos que aún dicen amar, de manera inane, a nuestro común Enemigo. Cómo celebro, carísimo tito Escrutopo, la andadura de añagazas que has insertado en esa pobre gentuza para, finalmente, traerlos a nuestra Gehenna.
Ayer mismo, amado Escrutopo, estuviste sencillamente espléndido. Confieso con cierta envidia bisoña, caro tito, que fue de los días donde más me divertí. El trabajo previo que hicisteis con otros carcamales de tu generación ha dado frutos maravillosos. Has instaurado, por fin, una interminable demogresca entre peruanos, como ya lo hicimos en España, Chile, Venezuela, Bolivia o Estados Unidos.
Cómo gozo cuando se lanzan sendos escupitajos, atacándose coprolálicamente y defendiéndose ardorosamente, por cosas que ni ellos mismo terminan de comprender y menos balbucear. Nuevamente, amado tito Escrutopo, has hecho honor a nuestro nombre al tenerlos insondable y permanentemente divididos a los pobres.
¡Oh tito, viejo demonio sapiensísimo! Pero donde se me escapó un sonorísimo pedo de la risa, por tu infinita audacia, fue cuando en estos días les cambiasteis de gobernante; de uno clarísimamente ratero a otro abismalmente idiota. ¡Cómo nos hemos reído de tus infinitas burlas a esa despreciable patulea de peruanos!
Cómo hacéis, amadísimo e inteligentísimo tito Escrutopo, para hacerlos caer en el insondable y cíclico error de elegir libre y voluntariamente rateros una y otra vez ad infinitum; y luego hacerles creer que alguien más los puso por ellos, cuando en realidad estos rateros salen de ello mismos.
Posteriormente, los inspiras a marchar por esa idolatría pagana que hemos llamado, edulcoradamente, “democracia”. Deidad que hará que inevitablemente recaigan en su error dentro de ocho meses. ¡No tenéis supina piedad en tu interminable burla y merecido lo tienen!
Sin embargo, caro tito Escrutopo, tu amado sobrino Orugario desea ir más allá en tu desdén por esa nación, no solo para divertimento nuestro, sino para acentuar nuestra ganancia de almas; que como tú sabes, es lo que finalmente nos importa.
Como ya te lo comenté en otro momento, querido tito, deseo atizar más las rencillas entre peruanos, como ya lo hice en otras tierras. Deseo, con tu permiso querido Escrutopo, asentarme en estas tierras donde antaño caminó ese negro barredor, antipático adorador de nuestro común Enemigo, y que se dedicaba a pregonar caridad, sencillez y humildad; odiosas virtudes que felizmente ya extirpasteis para siempre de esta procaz gentuza.
Prometo fielmente, venerado tito, zambullirme en el mierdero de las redes sociales soltando sonoros pedos, cuya sofocante hediondez hará que los envilecidos peruanos se desgañiten defendiendo ese rifirrafe de inexplicables ideologías que les hemos diseñado, y que hará que nuevamente elijan a los demagogos prontuariados de siempre, que además los tienen tan apacentados. ¡Oh amado Escrutopo! Cómo nos divertiremos, aunque como te dije alguna vez, no debería hacerlo, dado que esto es solo un placer plebeyo e indigno para un espíritu puro como yo.
Como ya hicimos por otros lejanos lares, no me conformaré con mostrar el mal como tal, porque así las almas pías pueden evadirlo con extrema facilidad; sino que al mal lo haremos pasar como bien, de manera que casi nadie lo note. Así arrojaremos más almas al infierno para tu infinita gloria.
Cómo gozaremos, caro tito amado, viendo cómo por un lado alguna gentuza lee todos los días la vetusta e inservible Biblia de nuestro viejo Enemigo y por otro defiende nuestras miserias más abyectas. Qué dirá ese nazareno ingenuo al ver que tenemos a su rebaño devorándose entre ellos, al tiempo que apacentado por nosotros.
Nuevamente con vuestro permiso, querido tito
Escrutopo, empezaré hoy mismo y te narraré con detalle mis próximas audaces e
inteligentísimas hazañas, en tierras que ya hubisteis de arrebatarle a nuestro
viejo Enemigo. Así sea.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario