En abril del año pasado, cuando la primera ola de Covid-19 golpeaba con fuerza, el fármaco antiparasitario ivermectina protagonizó una notable polémica. Un estudio preliminar -realizado en líneas celulares y a altísimas dosis en Australia- colocó al medicamento en el olimpo de las promesas anticovid, sugiriendo que podía ser una opción segura y barata para acabar con el virus. Esto, junto con los resultados de un estudio preliminar en humanos, hizo que se desatara la locura y algunos países latinoamericanos lo incluyeran en sus guías de tratamiento. Sin embargo, al poco tiempo, investigadores de distintos laboratorios comenzaron a rechazar lo planteado, advirtiendo de que las dosis empleadas en el experimento australiano no podían extrapolarse a humanos.
Hubo dos reacciones opuestas: la fe ciega en las posibilidades del fármaco, del que llegaron a emplearse formulaciones veterinarias; y el rechazo total, argumentando, con los datos australianos en la mano, que eran necesarias unas dosis extremadamente elevadas -e imposibles en humanos- para alcanzar un efecto antiviral útil contra el virus.
"Pero ambas respuestas se realizaron sin que un ensayo clínico bien diseñado evaluara el efecto real del fármaco frente a la Covid. Y por eso nos pusimos en marcha".
Quien habla es Carlos Chaccour, investigador del centro impulsado por la Caixa ISGlobal y médico de la Clínica Universidad de Navarra, que ha coordinado un estudio piloto -con 24 pacientes- para intentar dilucidar si el conocido medicamento puede contribuir a reducir la transmisión de la enfermedad.
Los resultados del trabajo, que se publican este martes en EClinicalMedicine, muestran que su administración temprana "puede disminuir la carga viral y la duración de los síntomas en pacientes con Covid-19 moderada".
En concreto, el equipo de Chaccour administró una sola dosis de ivermectina o placebo a 24 pacientes con Covid moderada en las 72 horas tras los primeros síntomas. Se tomaron frotis nasofaríngeos y muestras de sangre en el momento del reclutamiento y transcurridas una, dos y/o tres semanas del tratamiento, según detalla un comunicado del centro barcelonés.
Los resultados mostraron que, transcurrida una semana tras el tratamiento, no había diferencias en las PCR realizadas a los individuos tratados o a los del grupo de control; en ambos había un porcentaje similar de positivos. Sin embargo, explica Chaccour, sí había varias evidencias que llevan a los investigadores a pensar en una posible utilidad del fármaco para reducir la carga viral y, por tanto, también las posibilidades de transmisión del virus.
Por un lado, la carga viral mediana en el grupo tratado tratado con ivermectina fue menor (unas 3 veces menor transcurridos cuatro días y hasta 18 veces menor a los 7 días del tratamiento), aunque no se alcanzó una diferencia estadísticamente significativa "debido al tamaño reducido de la muestra", explica Chaccour. Además, los pacientes en el grupo tratado también mostraron una reducción en la duración de algunos síntomas (del 50% en la pérdida del olfato y el gusto y del 30% en la tos) y, por último, estos individuos también presentaban un valor medio de anticuerpos menor que el del grupo placebo, lo que, según el investigador, "podría ser el reflejo de una menor carga viral en estos pacientes".
"Se trata de un estudio piloto y los resultados no son suficientes para sacar conclusiones", subraya Chaccour. Pero los datos obtenidos, recuerda, coinciden con los de otros ensayos recientes, realizados en Bangladesh y Argentina, lo que, en conjunto, "justifica la realización de estudios clínicos controlados a mayor escala y con una mayor diversidad de pacientes".
"Habría que ver también si el fármaco podría ser útil como profilaxis preexposición o postexposición, para reducir la transmisión, incluso cuál es su utilidad como tratamiento tardío. Son necesarios más estudios al respecto", reclama el investigador, quien señala que, aunque ya haya varias vacunas aprobadas contra la enfermedad, "es necesario contar con todas las herramientas posibles contra el virus".
"Las vacunas tardarán un tiempo en llegar a todos, sobre todo en los países en desarrollo y tampoco sabemos qué va a pasar con el virus. Necesitamos poder contar con distintas estrategias y donde menos atención se ha puesto es en la búsqueda de fármacos que reduzcan la transmisión del virus", remarca.
La ivermectina es un fármaco antiparasitario desarrollado en los años 70 que, entre otras indicaciones, se usa contra la Oncocercosis o ceguera de los ríos, cuya incidencia ha conseguido reducir drásticamente; la filariasis linfática o la sarna costrosa severa. Además, también se ha demostrado que el medicamento inhibe la replicación de varios virus de ARN como dengue, Zika, fiebre amarilla, virus del Nilo Occidental o Chikungunya, entre otros.
"Era natural pensar en su posible utilidad contra el SARS-CoV-2, pero, por varios motivos, el fármaco ha sido víctima de la desinformación", señala Chaccour.
Muchos investigadores rechazaron su posible utilidad en base a los datos del experimento australiano, recuerda Chaccour. "Pero era un estudio in vitro. Un virus en una placa de Petri no se comporta igual que en el organismo, porque, por ejemplo, no tiene un sistema inmunitario al que enfrentarse".
"Era necesario contar con evidencia real. Y los datos obtenidos en este estudio, que se unen a otros realizados en la misma línea en otros países, justifican la necesidad de seguir investigando", concluye.
Fuente Diario El Mundo
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