No es casual la
abolición a patadas de cualquier atisbo cultural en Lima; en este
caso perpetrada por el cabecilla de ese 70 por ciento de limeños que
en realidad odian esta ciudad y evitarán cualquier resquicio de reforma. Porque Castañeda es solamente la
legitimación de la cultura Orión; el sinceramiento con DNI del
cogoteo político; la legalidad de lo ramplón; y el triunfo final de
la ignorancia altiva y soberbia que siempre perseguirá cualquier
manifestación de orden, civilización, primermundismo o cultura en
nuestro país.
Cuando hace un
par de días Castañeda le decía a aquella promiscua prensa que
ahora lo aúpa, que borraría todos lo murales de Lima, lo único que
hacía era recordarnos que el Perú es el Estado Islámico de la
idiotez achorada; y él su ejecutor más eficaz.
Ejecutor que no sabe explicar que pasó con los 21 millones de soles que salieron en bolsas de plástico para Comunicore, y por el que 50 por ciento de Lima votó a sabiendas. Porque el Perú es el retorcido imperio del "roba pero hace obras".
Castañeda se
disfrazó una vez más de su ex jefe Fujimori; a quien sirvió
devotamente en los noventa en ese botín llamado Ipss; para bociferarle a ese 30 por ciento que lo desaprueba, que él manda en su tres veces coronada
chacra.
Pero no nos
equivoquemos, no es Castañeda el problema. Castañeda es solo la
epidermis tumoral del ADN del Perú, donde la ignorancia y el
raterío conviven felizmente y en cómplice armonía. Este
concubinato ha terminado por conquistar nuestra nación y se ha
manifestado históricamente en diferentes momentos. La dictadura de
la estultéz y el reinado moral del penal Sarita Colonia se
necesitan, porque es imposible (o menos probable) robar con una
población medianamente culta e informada.
Portada del diario El País de España: nótese que el tema del borrado de murales en Lima aparece justo debajo de la nota sobre el Estado Islámico. |
En una misma
semana el Perú le ha dicho a mundo que le importa un pito el
reconocimiento de derechos civiles igualitarios para parejas del
mismo sexo, y que su capital no tolerará ninguna manifestación
cultural que atente contra el gobierno del oscurantismo inquisidor
que nos somete todos los días.
Somos pues, no
solamente la capital del Latinoaméricana del desorden; sino además,
exhibimos con orgullo el título del país del conservadurismo más
rampante y de la inquisición con chaira; que además de manejar las
conciencias de su gente, le roba cuando puede.
Ese es el Perú,
esa es Lima; y 70 por ciento de su gente es como su alcalde. De allí
que Lima sea una esquizofrenia crónica, un Larco Herrera con Jockey
Plaza que la mayoría de su población celebra, y más bien odia a
quien ose cuestionarla.
Dicho en
términos sartrerianos, el infierno son los limeños; y seguirá
siendo así si es que no se produce una corriente de cambio de ese 30
por ciento que quiere un poco más de cultura, un poco menos de moral
Orion, y un poco más de civilización.
Ver el tema en
perspectiva, nos permite notar que no son solo los murales usurpados
a la cultura, sino un cóctel que incluye a la televisión basura,
los narcoindultos, Ecoteva, las propiedades de Nadine; todo eso
fermentado en ese eficiente disolvente neuronal compuesto por Esto es Guerra y
Combate, dignos estandartes de la idiotez.
Hay hermanos
mucho por hacer, y cada uno puede hacer algo desde su trinchera.
Vendrán más ataques, más quemas de libros, más “extirpación de
idolatrías”; pero la cultura siempre se abre y se abrirá paso.
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