En una segunda dimensión está el hecho de hacerlo público: una persona puede comer cucarachas en su casa, pero hacerlo en televisión nacional es llevar la práctica a un siguiente nivel de exposición, en donde el público se entretiene mirando a una menor de edad comiendo algo socialmente repugnante por un viaje de promoción.
Entonces está claro que el programa sabía que la premisa de la prueba era exponer malamente a un participante al asco en público, y cómo estas dos variables no son tan importantes para la adolescente si se trata de ganar un viaje de promoción a Cancún.
El mensaje entre líneas es “el fin justifica los medios si eres pobre”. Un pobre puede desnaturalizarse con tal de llegar a tener similares oportunidades que otros. Esta premisa es promovida por el medio de comunicación, e instala y refuerza el valor en el inconsciente colectivo de quienes ven el programa.
¿Se le
podría dar una connotación racial o de clase? Tal vez, ¿un estudiante del
Newton o del Markham comería cucarachas en TV nacional por algo análogamente
importante o valioso para él? Es bastante poco probable. Pero los del Melitón
Carbajal sí.
Si en la
India un imaginario programa de concurso retara a los participantes a comer
carne de vaca, el concursante sufriría la vergüenza religiosa de comer un animal
sagrado, acto prohibido en este país; aunque todos sepamos que la carne de vaca no tendría
por qué ser dañina en un sentido amplio.
Las
cucarachas cultivadas no tendrían por qué ser dañinas, y por el contrario, es
sabido que contienen proteínas y nutrientes. Sin embargo, en nuestra cultura el acto de comer cucarachas es visto como algo asqueroso y
denigrante; precisamente si no fuera así, no sería un “reto”explotable.
Siendo así,
¿no ha afectado el programa la integridad y dignidad de la participante? ¿No
eran conscientes los productores que en nuestra cultura comer cucarachas por un
premio puede generar escarnio público? ¿Es justo aprovechar las necesidades de gente
pobre para entretener al público?
Si queremos tener una sociedad más saludable en terminus morales, tenemos que empezar a cuestionar cada una de nuestras acciones, por más pequeñas o insignificantes que puedan parecer.
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