POLÍTICA Pasadas las elecciones presidenciales que han enfrentado, no solamente a dos candidatos, sino ha dos modelos económicos, culturales e incluso religiosos - si aceptamos la premisa de Donoso Cortés, en donde detrás de toda realidad política, se esconde una realidad teológica - podemos observar una afinada maquinaria global de ribetes regionales, que pretende entronizar al marxismo a como dé lugar en hispanoamérica.
Esa intención se ve reflejada en la candidatura de Pedro Castillo de Perú Libre, quien, por el momento, viene liderando el conteo de votos en el Perú, en desmedro de la candidatura de Keiko Fujimori; seriamente cuestionada por presuntos actos de corrupción, tanto propios como aquellos que se originaron durante el gobierno de su padre.
En ese sentido, esta elección ha puesto a los peruanos en una disyuntiva ética, de la que les resulta harto complicado apartarse: apoyar a la cuestionada hija de un dictador acusado de inmensos latrocinios o dejar pasar el marxismo como fundamento de gobierno, que a la postre implica repercusiones políticas, económicas y culturales; que nos pondrían al nivel de Venezuela.
Sin embargo, y a pesar de todas las pruebas sobre la mesa, aún hay gente que cree que un cambio de régimen sería positivo para el país y sus propios intereses, sin enterarse o sin querer ver todas las aristas que implicaría ese cambio de modelo.
Finalmente, aparentemente hay pueblos que están condenados atávicamente a perseguirse la cola una y otra vez, sin la posibilidad o capacidad de salir de ese estado adinfinitum.
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