Arístóteles decía que el ser humano es un «zoon politikón» es decir un animal político.
Entendemos «político» en su sentido griego original que proviene de «polis» o ciudad; es decir Aristóteles consideraba que las personas, a diferencia de los animales, estamos equipados para vivir, organizar, tejer vínculos y desarrollarnos en comunidades y sociedades a través de organizaciones «políticas», es decir organizaciones propias de la ciudad.
En Aristóteles lo natural - entendemos natural cuando el hombre ha alcanzado el final de su proceso o razón de ser - es que el hombre interaccione con sus pares con un objetivo común, el mismo que tiene una razón de ser moral: justicia, belleza, verdad, bien, etc.
Como cualquier verdad que podemos comprobar diariamente saliendo a la calle a trabajar, la de Arístóteles subyace en el tiempo y es la que invitablemente hace que nos preocupemos por los temas públicos, dado que es una inquietud que emerge de la propia naturaleza humana.
Durante los últimos días, nos hemos preocupado por la emergencia bélica en una región que, aunque alejada geográficamente, nos suscita a adoptar una posición política.
Aún cuando la «política» en el sentido cotidiano no interese a algunos, sí sigue generando interés masivo en el sentído primigenio que identificó Aristóteles tempranamente, porque compartimos vida en la polis, y nos mueven elementos morales compartidos.
En ese sentido se han afirmado varias posturas a través de las redes sociales y los medios masivos de comunicación en torno a un conflicto que lleva años, y que no es más que un epifenómeno propio de la desaparición de la Unión Soviética, aunque hunde raíces en el inicio de los tiempos, allí en donde Kiev era conocida como Madre de todas las ciudades rusas.
Aún así, nuestro natural odio belicista hace que nos posicionemos de una u otra manera, a veces, a despecho de nuestros propios intereses nacionales y regionales.
El conflicto, que en realidades es una pugna entre Estados Unidos, OTAN y Rusia, traerá consecuencias ineludibles a las economía hispanoamericanas a nivel de precios de commodities. Más todavía cuando se trata de economías que, por ejemplo, dependen de la importación petrolera.
Si el conflicto escala a nivel macro, si la OTAN y sus aliados se involucran decididamente, sí podría generarse una corriente política y económica que exija a los estados una definición más clara en relación a Rusia, e incluso a su aliada China.
Sin embargo, Rusia se ha ocupado en ir tejiendo sistemáticamente relaciones con Hispanoamérica a través de ayudas comerciales e intercambio bélico: Venezuela, Nicaragua, Argentina e incluso Brasil. pueden dar fe de aquello.
Más todavía, un líder ruso, dio a entender en recientes semanas, que Rusia no escatimaría en desplegar presencia militar en Sudamérica, cosa no se ve desde la crisis de los misiles en Cuba; todo esto como respuesta al cerco militar que podría haber puesto ojivas a 5 minutos de Moscú.
La respuesta al odio yanqui de las izquierdas "latinoamericanas", lejos de ser un agente integrador, del que emerja un liderazgo que, al mismo tiempo que proteja a su gente, deje su impronta en el concierto de la naciones; lo que ha hecho es abrazar otros apetitos imperiales.
Si en cambio, hispanoamérica (e incluyo a España en esto) fuera una realidad política, económica e incluso militar; este posicionamiento no sería exigido por ninguna potencia y más bien nuestra capacidad de negociación sería otra, distinta a la de varios países pequeños, divididos y pobres.
Una región que, además, enfrenta la penetración en todos los frentes, de imposturas y dogmas de apariencia seductora y edulcorada, pero que a la larga destruirán la propia naturaleza de la polis, basada en los vínculos sociales.
Si bien es importante un acercamiento al momentum geopolítico, para identificar intereses y protagonistas globales; es más importante examinar nuestros roles y responsabilidades como personas y profesionales en nuestras comunidades, y en nuestra comunidad de comunidades que es hispanoamérica.
Por otro lado, también habría que considerar como hispanoamérica a los más de 60 millones de hispanoamericanos en los Estados Unidos, que además son la comunidad de mayor crecimiento en ese país.
Es importante retomar la idea de una comunidad de hispanoamericana de naciones, no inspirada en ideologías sino en el ethos propio que nos une y que, como el pez que no sabe que está mojado, nos resulta tan obvio, que ni lo percibimos.
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