SOBRE EL CÉSAR Y DIOS
Para justificar ciertas proclividades relativistas y dualistas, de tiempo en tiempo, liberales, marxistas, progresistas y alguna patulea aluden a la famosa frase evangélica con la que Jesús enfrenta a los fariseos, para validar sus inanes ideas en torno a los alcances de la fé en la política y sociedad.
La frase en mención, junto con "Mi reino no es de este mundo", suelen entenderse de manera literal y reduccionista. Jesús no quiere dar a entender desdén por el mundo, sino que su reino está por encima de este mundo, de manera que lo inspira desde lo alto.
Pensar lo contrario coloca en inferioridad de condiciones al cristianismo frente a las religiones fundadas por Mahoma, Confusio o Buda; quienes pretendían que sus fundamentos sean el espíritu de las leyes de las naciones que las profesan.
Con la frase sobre Dios y el César, Jesús desarrolla una relación entre política y religión, no la desdeña ni la esquiva; de la misma manera que su nacimiento funda una novísima relación entre las realidades naturales y sobrenaturales. El enigma de esta frase se esconde en la proporción del reparto y en quién reparte.
En la antiguedad clásica los princios rectores de la política eran gobierno de Dios; sin embargo, hoy Dios ha sido desbancado convenientemente a los intramuros de la conciencia individual, dejándole al César el gobierno de la política. Así el César define no solo la acción política, sino también los valores que la rigen. Esta posición es defendida incluso por cristianos católicos que votan y militan en partidos contrarios a la ley divina, amparados ellos en que siguen defendiéndola en la intimidad de sus conciencias.
Esto es como el novio que "en la intimidad de su conciencia" engríe de día a su novia con algún coqueto romanticismo "de mode"; y por la noche se va de putas. Esta defensa es la admisión de que el cristianismo es simplemente una teoría buenista sin base en la realidad.
Es claro que esta es la visión del cristianismo que ha terminado imponiendose y que ha ofrecido miradas contemporáneas de esta frase con el propósito de encajarla en nuestra época. Mi punto, distinguida lectora, es que el César se ha adueñado ilegítimamente de lo que no le es propio.
Pier Paolo Pasolini, sin embargo, tiene una mejor interpretación de la frase en cuestión estraída de sus Escritos Corsarios:
«Siempre me ha chocado, por no decir que me ha indignado profundamente, la interpretación clerical de la frase de Cristo. ‘Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios’. Se hizo pasar aunque parezca monstruoso por moderada, cínica y realista una frase de Cristo que era, evidentemente, radical y perfectamente religiosa. Porque lo que Cristo quería decir no podía ser, de ningún modo, ‘complácelos a ambos, no te busques problemas políticos, concilia los aspectos prácticos de la vida social con el carácter absoluto de la vida religiosa, procura nadar y guardar la ropa estando a bien con los dos, etcétera’. Al contrario, la frase de Cristo en absoluta coherencia con toda su predicación solo podía significar esto. ‘Distingue netamente entre César y Dios; no los confundas; no hagas que coexistan indolentemente con la excusa de servir mejor a Dios’»
Los tibios de toda la vida dirán que Pasolini era un consumado pecador, pero la experiencia nos ha enseñado que muchas veces Dios inspira a los pecadores, en cambio, a los tibios los vomita.
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