El nombramiento del obispo auxiliar del Callao revela el vínculo íntimo del nuevo pontífice con el Perú y anuncia un papado de síntesis entre sinodalidad y rigor teológico
La elección de un Papa siempre es un acto de fe y de política, de misterio y de cálculo. Pero cuando el humo blanco emergió sobre la Capilla Sixtina aquel jueves de mayo, el mundo católico —y en particular el Perú— supo que algo distinto ocurría. El cardenal Robert Francis Prebost, hijo de Chicago pero ciudadano peruano por vocación y por sangre espiritual, tomaba el nombre de León XIV, como un guiño a aquel León XIII que en el siglo XIX desafió al mundo industrial con la *Rerum Novarum*. Su primer acto oficial, sin embargo, no fue un manifiesto ni un gesto diplomático, sino un nombramiento íntimo: Miguel Ángel Contreras Yaruna, marista y vicario de la vida consagrada, como obispo auxiliar del Callao. Un guiño al Perú, esa patria que lo adoptó y que él adoptó como suya.
El Perú en la piel del Papa
León XIV, de 69 años, lleva al Perú tatuado en el alma. Lo dijo sin palabras al evocar Chiclayo en su primer discurso, esa diócesis norteña donde forjó su leyenda como obispo durante casi una década. Lo repitió en la cena con los cardenales, cuando bromeó —con esa mezcla de timidez y humor que le atribuyen— sobre las 4,001 especies de *papa* que ahora incluyen, según chanza limeña, su propio nombre. Pero sobre todo, lo confirmó al elegir a Contreras Yaruna: un hombre formado en el rigor marista, destinado a gobernar una diócesis compleja, la del Callao, fundada por Pablo VI en 1967 y marcada por las islas Frontón y San Lorenzo, territorios de reclusión y de fe.
El gesto no es casual. Es la firma de un pontífice que, como escribió San Agustín —su santo guía—, entiende que la Iglesia no es una institución abstracta, sino «una comunión de fieles». Así lo expresó en su homilía inaugural, donde mencionó siete veces a Cristo, como si quisiera borrar cualquier duda sobre el centro de su teología: «Hacerse pequeño para que el mensaje crezca».
### **Biografía de un misionero-matemático**
La vida de León XIV es una novela de vocaciones cruzadas. Nació en Chicago en 1956, en una familia donde los sacerdotes eran invitados a cenar y su madre, bibliotecaria y catequista, tejía conversaciones sobre fe y servicio. A los 14 años, ingresó al seminario agustino, atraído por el ideal misionero. Estudió matemáticas —«la lógica de Dios», diría después— y derecho canónico en Roma, pero su verdadera formación ocurrió en el polvo de Piura y en el calor de Trujillo, durante los años 80 y 90, cuando el terrorismo sacudía al Perú y la Iglesia era refugio y bastión.
Fue vicario judicial, profesor de moral y, finalmente, obispo de Chiclayo. Allí, entre crisis políticas y apagones, forjó su estilo: riguroso en la doctrina, cercano en el trato. En 2020, Francisco lo nombró prefecto del Dicasterio para los Obispos, un cargo que lo colocó en el corazón del poder vaticano. Pero su corazón seguía en el Perú. «No deja de ser curioso —comentó un sacerdote chiclayano— que sus primeras decisiones lleven sello peruano».
### **Los pilares de un pontificado**
León XIV hereda una Iglesia fracturada: entre tradicionalistas y progresistas, entre el ruido ideológico y el silencio de los templos vacíos. Su respuesta, hasta ahora, es un equilibrio calculado.
1. **Sinodalidad con raíces agustinianas**: Promete continuar el camino sinodal de Francisco, pero insiste en que la participación debe fluir «bajo la obediencia a la verdad revelada». Para él, la sinodalidad no es democracia, sino discernimiento.
2. **Ética ante la revolución tecnológica**: Matemático de formación, alerta sobre los dilemas de la inteligencia artificial y el dinero digital. «¿Qué haremos con los desplazados por las máquinas?», preguntó en un discurso previo a su elección.
3. **Diálogo ecuménico y paz global**: Su posible viaje a Nicea —símbolo del primer concilio cristiano— busca tender puentes con la ortodoxia. Mientras, sus llamados a la paz en Ucrania y Gaza revelan un estilo diplomático sereno pero firme.
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### **El desafío: ser puente en un mundo roto**
León XIV no es un revolucionario, pero tampoco un nostálgico. Revive símbolos —como las vestiduras preconciliares—, pero insiste en que la Iglesia debe «mover al mundo, no seguir sus corrientes». Su crítica a la comunicación «armada» —esa que deforma la realidad con sesgos— es un llamado a la transparencia, pero también una advertencia: en tiempos de redes sociales, la verdad exige coraje.
En el Perú, su nombramiento es celebrado como un triunfo íntimo. En Chiclayo, donde aún recuerdan sus misas bajo cielos grises, hoy hay sonrisas. «Es nuestro Papa», dice una feligresa. En Roma, los cardenales observan. Su mezcla de humildad y erudición —«es matemático y canonista, un cerebro sistémico», dice López— podría ser el antídoto para una época de fracturas.
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### **Epílogo: ¿Un nuevo siglo agustiniano?**
Al elegir el nombre de León XIV, el excardenal Prebost no solo rinde homenaje al autor de *Rerum Novarum*. También evoca a San León Magno, quien frente a Atila defendió Roma con la palabra, no con la espada. Hoy, los nuevos bárbaros son la indiferencia, la tecnología sin alma, las guerras sin sentido.
León XIV, el Papa matemático-misionero, parece decidido a escribir su propia encíclica: una que una el rigor de la ley canónica con la ternura del hombre que bromea sobre las papas. En ese gesto —tan peruano, tan universal— quizá esté la semilla de un pontificado que busque, como Agustín, «descansar en la verdad».
**Palabras clave**: León XIV, Iglesia Católica peruana, obispo Miguel Ángel Contreras Yaruna, sinodalidad, ética tecnológica, diálogo ecuménico, Augustinismo.
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*Este ensayo periodístico, inspirado en el rigor narrativo de Mario Vargas Llosa, se basa en fuentes oficiales de Vatican News y testimonios de la curia romana. La prosa busca equilibrar análisis crítico con la densidad histórica que exige un pontificado naciente.*
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