Desde mi punto de vista los trabajadores no «co-laboran» con los dueños de la organización; aún cuando debe haber espacio para la cocreación, cada quien debe asumir el rol que mejor le compete en el desarrollo de sus actividades profesionales.
Pero lo menos que se puede hacer en estos casos, es utilizar este término para edulcorar posiciones empresariales que desconozcan las obligaciones que tiene la organización con sus integrantes.
En ese sentido hay otros neologismos empresariales que han aparecido en los últimos años, y que me resultan por demás extraños como «la gerencia de la felicidad» cómo si la gerencia de recursos humanos de una empresa fuera necesariamente la responsable de administrar las dosis de felicidad de los trabajadores.
Lo ideal, creo yo, es utilizar los términos apropiados para llamar a las cosas por su nombre; eso nos obliga a asumir la esencia real de las cosas para evitar hacerlas pasar por algo que no son.
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