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lunes, 3 de abril de 2017

Entrevista a Juan Cuesta: "Las redes sociales son comunidades de autoconfirmación de nuestras propias convicciones"

Foto Internet






Conversé con Juan Cuesta, periodista, presidente de Europa en Suma y director de programas de la EIC; sobre los retos de la comunicación en tiempos de la posverdad. 

La posverdad la entendemos como el contexto en donde no existe coherencia entre los hechos objetivos y la emoción generada entre los diferentes públicos alrededor de la noticia. 

Es cierto que la comunicación y el periodismo se debaten ante el dilema la búsqueda de lo objetivo (si existe el término) y la demanda por estridencia mediática. 

Esta demanda a veces da forma a la manera en la que desarrollamos la comunicación y a los medios que la hacen posible. 

1) La administración Trump ha "inaugurado" la era de la "posverdad" comunicacional entre la sociedad norteamericana, y por extensión en el mundo. ¿Qué papel tiene la prensa seria frente a este desafío?

JC: El rumor interesado, la tergiversación, la mentira, los datos inventados o no contrastados no son una novedad en el periodismo. Son tan antiguos como el periodismo mismo. Pensemos, por ejemplo, en la actuación de los periódicos de William Randolph Hearst ya a finales del XIX para provocar la guerra de Cuba entre España y Estados Unidos o, más cerca, las inexistentes armas de destrucción masiva, pero agitadas convenientemente por cierta prensa, que provocaron la invasión de Irak por parte de una coalición internacional liderada por Estados Unidos en 2003.

En circunstancias así, al periodismo sólo le cabe hacer lo que se espera de él: periodismo. Es decir investigar, cotejar varias fuentes, analizar, contextualizar... Y no caer en la tentación de lo fácil, lo asequible, lo que pasa por delante de nuestras narices con apariencia de verosimilitud y lo que es posible amplificar, poner en circulación contando con la candidez de la mayor parte de los usuarios de las redes sociales. Periodismo es publicar aquello que alguien no quiere que publiques.

2) ¿Encuentras alguna autocrítica que deban hacer los grandes medios generalistas?

JC: Esto que describo es lo que los medios deberían hacer y no hacen. Unos, porque están en manos de editores sin escrúpulos al servicio del mejor postor; otros porque están en manos de bancos y fondos de inversión al haber entrado en crisis de resultados y quedar atrapados por deudas impagables.

Pero hay, además, un dato objetivo que explica esta situación: la escasa dotación de plantilla de muchos medios de comunicación y las exigencias ilimitadas a los periodistas para producir contenidos en tiempo record para diferentes formatos e, incluso, interactuar con los usuarios.

3) Durante el inicio de internet se tenía la esperanza de que la red fuera una suerte de ágora que estimularía el debate entre diferentes puntos de vista; sin embargo parece que cada quien lee la realidad que más le conviene, y la comunica entre sus pares. ¿crees que las redes sociales pueden contribuir al no diálogo?

JC: Las redes sociales son comunidades virtuales con escasa porosidad, bastante cerradas y de autoconfirmación de nuestras propias convicciones. El difícil ver en redes debates abiertos entre iguales. Si alguien entra con posiciones contrarias a las que identifican al grupo es para trolear y provocar reacciones airadas o indignación; no con ánimo de proponer otros enfoques diferentes.

Ese debate no es posible darlo en las actuales circunstancias. Las redes se están utilizando también para distorsionar la realidad o mediatizar a los periodistas, seguidores de líderes y partidos y por tanto observadores de la actividad de esos grupos homogéneos ideológicamente. Como observadores, detectan tendencias y cotejan sus posiciones con las que parecen mayoritarias en la red. A veces les resultad difícil sustraerse a la presión o cuestionarse si no estarán equivocados en sus apreciaciones.

4) Europa se entendió como un espacio de encuentro y diálogo, sin embargo ese status quo está amenazado por los populismos ¿qué consideras que ha fallado en el proceso; y quiénes son los responsables?

Parece claro: es una operación matemática de pros y contras con un resultado aplastante. Y, sin embargo, hay que pelear por lo evidente. Porque surgen enemigos por doquier, a uno y otro lado del Atlántico y, muy especialmente, en nuestra propia casa. Toca moverse, más allá de las críticas que podamos hacer a algunas, o muchas, de sus decisiones, porque es la propia casa la que está en riesgo de colapso.

Lleve o no a cabo el presidente estadounidense sus amenazas contra la UE, lo cierto es que la semilla ya está sembrada: la semilla del diablo. Y no solo por el aliento y las ideas susceptibles de copia entre sus imitadores en Europa. Es peor aún el efecto que esas ideas y propuestas tienen indirectamente en los programas del resto de los partidos democráticos, temerosos de perder un electorado sensible a las invectivas populistas de sus adversarios ultranacionalistas. ¿Dónde quedarán los valores inspiradores de la UE? ¿Qué pedagogía antidemocrática estaremos inoculando entre la población? ¿No estaremos poniendo una alfombra roja al fascismo creciente?

5) ¿También sientes que hay un panorama político y comunicacional similar a los previos de la I Primera Mundial?


JC: Un escenario previo a la I Guerra Mundial o un escenario de la Europa de entreguerras, con la amenaza de los totaliatarismos aunque ya se abrían paso ideas europeístas.

Lo cierto es que la UE vive un momento crítico, que priman los intereses nacionales por encima de los comunitarios, que reina el escepticismo y se lanzan mensajes individualistas e insolidarios. Nada nuevo, salvando las distancias. Así nació hace sesenta años la Comunidad Económica del carbón y del Acero (CECA) que, a la postre, y con 28 países miembros, se convertiriía en la UE

6) En este escenario ¿cuál debería ser el perfil de comunicador moderno? Tomando en cuenta la crisis de los medios tradicionales, el ascenso de las redes sociales y los nuevos modelos de periodismo basados en el crowdfunding.


JC: El papel del comunicador debe ser siempre el mismo: administrar y facilitar el derecho a la información de los ciudadanos. Porque es un derecho de los ciudadanos, no de los gobiernos, ni de los bancos, ni de los grupos de presión de todo tipo. Y da lo mismo en qué soporte o en qué lenguaje nos lleguen las noticias.

¿Directamente en un medio impreso? ¿En línea? ¿Radio? ¿Televisión? ¿Medios digitales? ¿Redes sociales? ¿Mensajería instantánea? ¡Qué más da! Importan las noticias, los protagonistas, el interés social de lo que hablamos, la repercusión que pueda tener en nuestras vidas, el comportamiento ético de los profesionales a la hora de obtenerlas, el respeto escrupuloso a los procedimientos y a la pluralidad de las fuentes… nada nuevo bajo el sol. La misma batalla de todos los días, de todos los años desde el principio mismo del periodismo.




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