Me miraste a los ojos,
penetrando,
en lo más profundo de mi
alma.
El cristal azul de tus
pupilas,
Me miraste y pediste
temblorosa
que un te amo, saliera de
mis labios,
pero ellos ya no tienen
más palabras
pues los golpes de la vida
los han cerrado.
Me miraste y tu pelo se
erizaba,
y una gota redonda en tu
pupila
que brotó, de un corazon
roto
y cayó recorriendo tu
mejilla.
Me miraste y tu rostro
empapado
me exigía una palabra,
una respuesta,
y mentí diciéndote te
amo
por ganar de tu cara una
sonrisa.
Walt Whitman.
El poder de una mirada
comunica trascendencias e insondables interioridades. Una mirada es
más que un marco contextual, es el rompecabezas completo de las
relaciones interpersonales, al que solo queda agregarle la
confirmación de las palabras.
Walt Whitman lo dice con
estupenda claridad: la mirada que apela sentimientos, inexistentes
tal vez; pero que sin palabras, arranca te amos construidos con el
adobe de la mentira.
La mirada es el componente
del lenguaje no verbal que más poder tiene. Comunica estados de
ánimo de forma cruda, y le da (o quita) énfasis a las palabras que
decimos, por más que éstas estén bien articuladas.
La mirada genera una
conexión importante entre quienes se comunican. Tú sabes que te
ponen atención o no, gracias al poder de una mirada atenta. Este
mismo poder comunicacional hace que evitemos mirar a alguien,
precisamente porque queremos evitar comunicar más de lo necesario sobre
nosotros mismos.
La armonía con nosotros
mismos hace que evitemos tener miedo de mirar fijamente. Esta armonía
la tenemos con alguien a quién queremos y estimamos. Mientras que en
la mayoría de casos, esta armonía desaparece cuando no conocemos
mucho a nuestro interlocutor, o simplemente nos desagrada.
La mirada es pues un gran conector de emociones, más que de razones. Es por eso el impacto y popularidad de la fotografía de Steve McCurry tomada a una niña refugiada en Afganistan en 1984, y que luego se convirtió en portada de National Geogaphic en 1985.
Sharbat Gula en 1984 |
Aquella mirada reflejaba el dolor y el trauma de la guerra en una niña de tan solo 12 años, a la que McCurry volvió a encontrar 17 años después. Ahora ya conocía su nombre, Sharbat Gula, aunque esta vez su mirada ya no tenía el brillo que alguna vez tuvo.
Sharbat Gula en la actualidad |
Así pues, la mirada es el vehículo de comunicación por excelencia, ventana abierta de sentimientos, que cerramos cuando queremos evitar que éstos sean conocidos por quienes no se han ganado nuestra confianza; y al mismo tiempo, rendija a través de la cual, podemos escudriñar las intenciones y emociones ajenas.
Ojalá la personas pudieran ser conscientes del significado de sus miradas diarias.
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