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sábado, 14 de marzo de 2015

Sobre Castañeda y el imperio de la ignorancia en el Perú




No es casual la abolición a patadas de cualquier atisbo cultural en Lima; en este caso perpetrada por el cabecilla de ese 70 por ciento de limeños que en realidad odian esta ciudad y evitarán cualquier resquicio de reforma. Porque Castañeda es solamente la legitimación de la cultura Orión; el sinceramiento con DNI del cogoteo político; la legalidad de lo ramplón; y el triunfo final de la ignorancia altiva y soberbia que siempre perseguirá cualquier manifestación de orden, civilización, primermundismo o cultura en nuestro país.

Cuando hace un par de días Castañeda le decía a aquella promiscua prensa que ahora lo aúpa, que borraría todos lo murales de Lima, lo único que hacía era recordarnos que el Perú es el Estado Islámico de la idiotez achorada; y él su ejecutor más eficaz. 

Ejecutor que no sabe explicar que pasó con los 21 millones de soles que salieron en bolsas de plástico para Comunicore, y por el que 50 por ciento de Lima votó a sabiendas. Porque el Perú es el retorcido imperio del "roba pero hace obras".

Castañeda se disfrazó una vez más de su ex jefe Fujimori; a quien sirvió devotamente en los noventa en ese botín llamado Ipss; para bociferarle a ese 30 por ciento que lo desaprueba, que él manda en su tres veces coronada chacra.


Pero no nos equivoquemos, no es Castañeda el problema. Castañeda es solo la epidermis tumoral del ADN del Perú, donde la ignorancia y el raterío conviven felizmente y en cómplice armonía. Este concubinato ha terminado por conquistar nuestra nación y se ha manifestado históricamente en diferentes momentos. La dictadura de la estultéz y el reinado moral del penal Sarita Colonia se necesitan, porque es imposible (o menos probable) robar con una población medianamente culta e informada.

Portada del diario El País de España: nótese que el tema del borrado de murales en Lima aparece justo debajo de la nota sobre el Estado Islámico.

En una misma semana el Perú le ha dicho a mundo que le importa un pito el reconocimiento de derechos civiles igualitarios para parejas del mismo sexo, y que su capital no tolerará ninguna manifestación cultural que atente contra el gobierno del oscurantismo inquisidor que nos somete todos los días.

Somos pues, no solamente la capital del Latinoaméricana del desorden; sino además, exhibimos con orgullo el título del país del conservadurismo más rampante y de la inquisición con chaira; que además de manejar las conciencias de su gente, le roba cuando puede.

Ese es el Perú, esa es Lima; y 70 por ciento de su gente es como su alcalde. De allí que Lima sea una esquizofrenia crónica, un Larco Herrera con Jockey Plaza que la mayoría de su población celebra, y más bien odia a quien ose cuestionarla. 



Dicho en términos sartrerianos, el infierno son los limeños; y seguirá siendo así si es que no se produce una corriente de cambio de ese 30 por ciento que quiere un poco más de cultura, un poco menos de moral Orion, y un poco más de civilización.

Ver el tema en perspectiva, nos permite notar que no son solo los murales usurpados a la cultura, sino un cóctel que incluye a la televisión basura, los narcoindultos, Ecoteva, las propiedades de Nadine; todo eso fermentado en ese eficiente disolvente neuronal compuesto por Esto es Guerra y Combate, dignos estandartes de la idiotez.

Hay hermanos mucho por hacer, y cada uno puede hacer algo desde su trinchera. Vendrán más ataques, más quemas de libros, más “extirpación de idolatrías”; pero la cultura siempre se abre y se abrirá paso.

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